domingo, 8 de mayo de 2011

Beastie Boys - Hot Sauce Committee Part Two


¿Habrá gente que a estas alturas piense que los Beastie Boys son un grupo de hip hop como otros tantos? ¿Habrá alguien que niegue su aporte al mundo de la música (hip hop, electrónica, rap metal, el mal llamado rock alternativo)? Mientras muchos grupitos indie se han fundido al segundo o tercer disco, los Beastie Boys, a lo largo de 30 años, han demostrado donde está verdaderamente la independencia creando una discografía que si bien no es abundante, si es imprescindible. Y hoy, como si el tiempo no pasara para ellos, regresan con los mismos ánimos iconoclastas, desmadrosos y experimentales de toda la vida. Este esperadísimo y aplazado disco de los Beastie boys (en parte por la enfermedad de Adam Yauch, un tumor en las glándulas salivales que anunciaron de forma sorpresiva en su web) hace su aparición mostrándonos no a unos Beastie Boys en forma, si no a la mejor versión del más propositivo grupo del género.


El disco desborda musicalidad por todos lados mediante la exploración desparpajada de géneros (algo que lo emparenta con Hello Nasty, otro disco que no tuvo igual en su momento) iniciando con lo que parece toda una declaración de principios: Make Some Noise, el cual se hizo acompañar por el divertídismo corto Fight For Your Right - Revisited. El grasoso funk hace su aparición en tracks como Nonstop Disco Powerpack o Funky Donkey. En Say it y Lee Majors Come Again rinden tributo a sus raíces rockeras, pero no de una forma simple y facilona, sino haciéndo de cada una un estupendo tour de force que hará palidecer a más de uno. En ellas se conjuga una especie de sonido industrial, actitud punk y secuencias y rapeos a tope. (La segunda es una jodida genialidad, sobre todo en el momento donde punk y electrónica se funden en un promiscuo amasiato). En otros tracks, se valen de invitados de lujo como Santogold y Nas, y donde se demuestra una vez mas, que un invitado de esos calibres sirve para redondear, dar color, calor, variedad estilística y concepto a lo más importante: la canción; y no sólo para presumir la voz invitada. Too Many rappers es un trallazo de capas y texturas, mientras que Don't Play No Game That I Can't Win es una delicia dub / dancehall de hipnóticos aires taciturnos. También, no pueden faltar por otro lado, sus funkies incursiones jazzísticas como en Multilateral Nuclear Disarmament o un sonido más clásico y hasta autorreferencial como en OK o Crazy Ass Shit (Ragamuffin incluído).


Este disco, es, sin más, una patada en el culo a tanto rapper rodeado de jamonas en videoclips de quinta, a tanto gangsta venido a super estrella de reality show, negros malosos de abdomen de lavadero o negras hip-poperas de urticaria.
Es demasiado pronto para pensar en el mejor disco del año. Pero cuando hablas de uno de los puntos mas altos de este grupo, es decir bastante. Discasazo con tintes de clásico.

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